Galilea Guerrero Corona
El siguiente cuento que quiero compartirles es muy importante en mi vida, ya que desde el momento en el que lo escuche me marco el corazón, el alma, mi todo. Quiero agradecer a la autora por ser una persona demasiado especial para mi, por siempre estar en lo momentos mas felices y difíciles de mi realidad.Te amo mucho Gali. -Jesús Hernández Martínez-
Imagina esto. Imagina que eres una hermosa princesa, que vive en un reino
muy, muy lejos de aquí. Imagina que tienes riquezas, que tu palacio es enorme y
que tienes docenas de sirvientes que hacen lo que tu les pidas, a cualquier
momento de día.
Ahora, en el balcón de tu inmenso dormitorio hay un príncipe, para ser
exactos, el príncipe del reino vecino. El viene montado en un caballo, baja de
el y al hacerlo se quita el yelmo y descubres que es guapísimo. Es alto, atlético
y sus ojos color turquesa te convencen de que es el amor de tu vida.
Lo ves venir hacia ti, camina y al llegar se arrodilla a tus pies, con un
inmenso ramo de rosas blancas.
Después de decirte un sermón, del cual no entendiste mucho, te pide que
seas su esposa, tu mas que complacida, aceptas.
Bien, tiempo después se casan, la boda es bellísima, toda tu familia y la
de él están ahí. Hay una gran celebración y aunque no conoces del todo a tu
familia, sonríes y te paseas por el salón, tratando de agradar a todos.
Como se acostumbre en cualquier ‘Reino de altura’, los papas de la novia
pagan la boda. Así que el bello príncipe y tú no tienen que preocuparse por
nada.
Y digamos, que unos siete meses después, nace un pequeño y rosado heredero
al trono. Siete meses no porque ya hubieses estado embarazada al momento de la
boda. ¡Eso es pecado! Si no que el bebe nació prematuro.
Para esas alturas, ya te has dado cuenta de que el reino del que tu
príncipe provenía no era el más pudiente
de toda la tierra, más bien el príncipe está bastante jodido, que comienzas a
dudar que sea un príncipe real. Así que como la herencia que tú esperabas
parece nunca existió, tú ahora esposo debe trabajar de obrero en una fábrica
del reino. Porque una cosa era que tus papas hubiesen pagado la boda y otra muy
diferente que los tuvieran que mantener.
Pasan un par de años, cuando te miras ya no tienes un solo heredero, se han
convertido en cuatro niños que no paran de gritar y destruir la pequeña casa de
interés social, donde ahora se han tenido que acomodar.
Al mirarte, ya no eres la hermosa princesa envuelta en los más lujosos
vestidos de seda que hace años eras; ahora pesas al menos diez kilos más y con
dificultad traes puesta ropa de algodón de la placita del reino. Ya tampoco
tienes sirvientes que hacen todo por ti, ahora tu tienes que cocinar, planchar
y lavar, no solo para ti misma, si no para cinco personas más. De aquellas
riquezas que tenias, ya quedan muy pocas, que probablemente muy pronto tendrás
que empeñar al igual que las demás.
Los años siguen pasando, a lo largo de ellos has descubierto a tu ‘príncipe
azul’ en innumerables aventuras. Pero en un reino como este no hay nada que tú
puedas hacer.
Ya eres vieja, ya ninguno de tus hijos vive contigo, no tienes dinero y
pasas los días de tu vida tejiendo en una silla; mientras tejes recuerdas tus
caros vestidos, tus sirvientes, tus joyas, tu palacio, tu príncipe.
Así que piensas y deseas nunca haber imaginado…