He dejado de mirar al cielo, antes
lo hacia muy seguido, en muchas ocasiones alzar la mirada de noche me llenaba
de esperanza, sin embargo he dejado de hacerlo, podría justificarme diciendo
que me he enterado que muchas de las estrellas que vemos han desaparecido
bastantes segundos, minutos, días, meses o años atrás y que en realidad lo que
vemos son partículas de luz que tardaron en llegar a nosotros. Ahora más que
nunca no debía mirar al cielo, no cuando mi disposición a percibir el pasado se
había terminado.
Tome un cigarrillo y el encendedor
que tenía en mi bolsillo, lo encendí, y sin más prisa lo lleve a mi boca. Es
gracioso darse cuenta que hasta hace unos meses esa sensación de bien estar y
tranquilidad que ahora me daba ese cigarrillo, antes la obtenía también cuando sacaba
una buena calificación en algún examen, o cuando revelaba alguna mentira que decía,
o cuando al final de día me daba cuenta que había hecho todos mis deberes.
Era ya de noche, mire mi celular
para verificar la hora, 11:49 pm, y como era costumbre en el mes de diciembre,
ese aire frío helado me golpeaba suavemente el rostro. Lleve nuevamente el
cigarrillo a mi boca intentando callar esa voz en mi cabeza que gritaba: “¿Cómo puede
llenarte de esperanza o de ilusión algo que ya no existe?”.
Hacia mucho frío, tanto que ya no percibía
el suelo debajo de mis nalgas, de mis pies; con mi boca lanzaba calor a mis
dedos intentado recuperar la sensibilidad, y por primera vez sentado ahí,
afuera de mi recamara, recargado en la puerta, mire a mi alrededor, la azotea había
cambiado mucho.
Tome la primera de esas múltiples cartas
que en algún momento el me dio, la abrí y sin el mayor miedo le prendí fuego a
una de sus esquinas, el papel se consumía tan lento que podía ver como si
pudiese sostener con mis manos una estrella, nuevamente respire ese bien estar
del cigarrillo, tome la segunda carta, y sin mas prendí una de sus esquinas,
mientras se consumía pude leer esa promesa que me había hecho: “nunca te voy a
dejar solo”, llene lo mas que pude mi boca con bien estar intentado evadir las
lagrimas de mis ojos, tome la tercera carta, prendí fuego a una de sus esquinas
y nuevamente pude percibir su letra: “Las mareas son largas y cansadas pero
siempre hay un lugar a donde llegar aunque tengas los ojos cerrados”. ¿Cómo podía
llenarme de esperanza o de ilusión algo que había dejado de existir?, había pasado ya un
año, pero sabia que si volvía a leer alguna de esas cartas de nuevo tendría
esperanza.
Durante toda esa noche contemple
como poco a poco se consumieron en el fuego declaraciones, promesas, canciones,
dibujos, propuestas, regalos…una vida que había terminado y que me aferraba a
no dejar ir, mientras lagrima a lagrima mis ojos intentaban expirar esa
ardiente luz que hasta hace unos segundos, minutos, días y meses me habían dado
una esperanza de un regreso que solo existía en mi mente.
Era ya la mañana de mi cumpleaños, mire
mi celular para confirmar la hora, 25 de Diciembre 2013 8:11 am. El frío seguía
imponente, sin embargo ahora mi cuerpo podía sentir ese piso que durante años
había estado ausente, como si por fin hubiese podido bajar de esa estrella, y
esas partículas de lucidez que había tardado mucho en llegar estuviese ya
presente en mi mente. Me levante, tome las colillas de cigarro en el piso y las
guarde en mi bolsillo, lleve mi mano izquierda a la perilla de mi recamara y antes
de girarla para entrar me di cuenta que por muchas esperanza que hubiese tenido
no podía darle pan a quien gustaba de la mierda, gire mi cabeza, las cenizas permanecían
aun intactas en el suelo, recordé su rostro, y por fin acepte que es mas fácil dar
las nalgas que el corazón, y que a pesar de todo había igualado su valor y entregado ambas a él… ¿su
elección?, la mas fácil, así como la mía lo fue…alzar la mirada y encontrar
esperanza en partículas de luz que habían tardado en llegar a mi, de estrellas que ya habían muerto.